Casa Etérea es una casa en un volcán extinto en México

‘Casa Etérea’ es un escondite de vidrio off-grid para dos, situado en las laderas de un volcán extinto a 20 minutos de San Miguel de Allende, México. La creación del escritor y diseñador singapurense radicado en México Prashant Ashoka, la casa está revestida con una fachada espejada que refleja el paisaje, mientras interactúa con la luz natural a medida que cambia en el transcurso de cada día. La vivienda extrae toda su energía de la energía solar y su suministro de agua del agua de lluvia recolectada, mientras que los paneles de los espejos exteriores están revestidos con una capa ultravioleta estampada, lo que los hace visibles para los pájaros sin dejar de ser reflectantes para el ojo humano.

todas las imágenes ©Kevin Scott & Prashant Ashoka

Prashant Ashoka desarrolló el diseño de Casa Etérea con recursos muy limitados, gestionando todo el proceso de construcción por su cuenta. ‘La visión era crear un -teatro para la naturaleza-, por lo que la sostenibilidad era crucial para lograr una integración verdaderamente completa con el medio ambiente’, explica el escritor y diseñador. Influenciada por el concepto de ‘arquitectura emocional’, acuñado por el arquitecto Luis Barragán y el escultor-pintor Mathias Goéritz, la vivienda logra una resonancia sensorial más profunda mediante el uso de paneles espejados para crear una experiencia visualmente abstracta e interactiva.

Casa Etérea está diseñada sin paredes divisorias y ofrece una habitación grande completa con puertas corredizas de vidrio del piso al techo que enmarcan amplias vistas de los imponentes acantilados. En el exterior, el área del patio cubierto y la piscina climatizada con energía solar están rodeadas de olivos y granados. La fachada espejada difumina los límites entre la naturaleza circundante y el edificio, mientras que la luz natural se convierte en un elemento estructural del diseño al reflejarse en el exterior de la casa.

‘Quería que esta interacción de luz y escala evocara una profunda sensación de asombro y unidad con la naturaleza y, en última instancia, plantear preguntas sobre nuestro papel como administradores en la preservación de nuestros ecosistemas’, señala Ashoka. ‘Cuando alcanza la primera luz, la casa brilla como una caja fosforescente teñida de azul, que contrasta vítreamente con la negrura nocturna afieltrada de la ladera de la montaña. Y en los tonos sombríos de la puesta del sol, el volumen centellea contra el paisaje como un espejismo, antes de desaparecer por completo: sus límites estructurales nunca intentan alterar el entorno en el que se asienta.’