alejandro d'acosta levanta 'casa elías' en la cima de una colina en méxico

Concebida como el «preludio de un proyecto por venir», casa Elías fue diseñada por el arquitecto Alejandro D’Acosta como una cabaña temporal con un programa arquitectónico sencillo. Ubicada en el Valle de Guadalupe, en Baja California, México, la residencia está ubicada en la cima de una colina, con vista al terreno ondulado que se encuentra debajo. Construida a partir de elementos de construcción reciclados, la estructura, fotografiada aquí por Onnis Luque, servirá como vivienda temporal del cliente.

imágenes © Onnis Luque (también la imagen principal)

Sin embargo, el proyecto también le permite al cliente convivir con el sitio y su contexto antes de decidirse por la construcción de algo más permanente. Diseñado por Alejandro D’Acosta como una «estación para observar e investigar el paisaje», el proyecto deja la mayor parte del terreno intacto para el desarrollo futuro. La cabina está hecha de antiguas aulas, que se han conectado en un ángulo de 90 grados con una terraza al aire libre entre ellos.

Como una de las aulas estaba partida por la mitad, no había paredes que dieran a la terraza. En consecuencia, Alejandro D’Acosta reutilizó puertas y ventanas antiguas para crear dos nuevas fachadas que encajan como un rompecabezas. Algunas de las puertas y ventanas sobresalen por encima de la línea del techo, proporcionando a la terraza la sombra del sol que la hace habitable.

A continuación, te invitamos a que leas más sobre el proyecto en palabras del arquitecto.

Casa Elías es la antesala de un proyecto por venir. Una cabaña temporal con un programa simple: albergar a los propietarios y desarrolladores del futuro proyecto ya que no son originarios del estado. Pero, sobre todo, cumple una función extra a modo de decreto que nadie pidió: relacionar íntima e inevitablemente a los desarrolladores con el sitio y su contexto, ser más que una casa, una estación para observar e investigar el paisaje.

Valle de Guadalupe, en Baja California, es la zona de mayor especulación inmobiliaria del estado. La arquitectura, aunque sea temporal, tiene la capacidad de dar respuestas y paliar conscientemente esa inercia voraz. Es arquitectura para entender un sitio, para dar perspectiva; y aterrizar correctamente en el suelo es esencial para tales objetivos. Se escogió el punto más alto de uno de los tres cerros que conforman el área del proyecto. Allí se hizo una estructura elevada sobre pilotes para otorgar amplitud a las vistas, además de dejar el terreno casi intacto para no intervenir como obstáculo en planes futuros.

Al ser una casa temporal, resultaba necesario diseñar un proyecto que tuviera sentido desde su funcionalidad, pero más importante aún, desde su contexto simbólico. Por ello, construimos una casa con una antigua aula del mismo material del que están hechas las casas rodantes. Estructuras ensambladas y prefabricadas. Las aulas están compuestas por dos cuerpos equivalentes a una casa móvil, que para ser transportada debe ser separada en dos partes y luego reensamblada en el sitio.

En esta ocasión, las secciones no se volvieron a unir en paralelo sino en un ángulo de noventa grados. Así, cada una tiene su propia orientación y genera una terraza de contemplación entre los dos cuerpos. Por naturaleza, una de las caras de cada tramo es un núcleo abierto, no tiene muro ya que está dispuesto a igualar una estructura y generar un espacio diáfano sin muros internos.

Estas caras sin muro, expuestas por el vano angular, se cubrieron con un lote de puertas y ventanas de segundo uso, también de Estados Unidos. Unos en vertical, otros en horizontal, como puzzles que van tomando forma en yuxtaposición, sin cortar ninguno, incluso sobresaliendo del nivel de las habitaciones. Esas viejas ventanas y puertas que sobresalen del techo son, por su orientación, la sombra que hace habitable la terraza, el cobijo del sol que dinamiza la arquitectura.